Vuelve a la vulva malva

vertedero digital, ensayos de vértigo o cárcamo de aguas residuales

Thursday, November 23, 2006

pueri aeternae



Ian Mcewan, a través de Henry Perowne, héroe de sú última novela Sábado, nos dice que los italianos son niños por siempre, que en su esposa siempre encontrarán a un sustituto de la madre, la mujer que lava y plancha sus camisas. Hay otra clase de personas que son niños por siempre, aquellos que como Pepe, el inigualable adulto empequeñecido de Ferdydurke, no aceptan las fachas de la madurez como algo dado y rechazan el hecho de ser algo o alguien a la fuerza. Hoy, en una entrevista a John Banville, encuentro que hay otro tipo de niños eternos:"como dijo Baudelaire, los genios literarios tienen la habilidad de convocar a voluntad, en cualquier momento, su infancia. Beckett, Proust y Joyce son escritores que se nutren de su infancia".


Al hallarme yo en medio de estos tres vértices de puerilidad reivindicada, tan literarios y tan entrañables, encuentro que tal vez tenga sentido todo el tiempo que paso desdeñando la adultez. Como el citado Pepe dice: "Un adolescente, y la adolescencia era mi única institución cultural."


Adoloescer de motivaciones para sotener una máscara nueva cada día: esta suavecita para el camión; está perfumada y proactiva para la entrevista laboral; esta otra para conquistar. Se esclarece la frase "el niño que todos llevamos dentro" cuando realizamos que nuestro sistema social-moral obliga a meterlo en la mazmorra.

Creo que estos tres ejemplos son suficientes para entender que hay que andar más suavecitos, menos por las ramas; la madurez es, curiosamente, la aceptación de lo verde que cargaremos hasta la muerte. Más vale hacerlo con una buena jeta y un poco de orgullo.

Tuesday, November 21, 2006

tresillo



No hay que esperar a la noche para trasegar todo lo que quedo colgando en las colas de papel picado que dejaste detrás de ti. Incluso, no es necesario esperar a nadie, es mejor salir corriendo antes que nada, antes que nadie. Veleidoso vuelo al fractal de la inconstancia, a los besos no alcanzados y los coitus interruptus.

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De antemano sabes que los pobres hombres que te miran con deseo en las plazas se detestan a sí mismos, tanto o más que a sus cuartos con polillas y humedad, a sus esposas celulíticas con tintes artesanales en el pelo, así que ya no la hagas de pedo. Sabes que no vale brincarse de un lado a otro del anillo, allá están los dulces y casi siempre hay mucho niño. Por dios! Mantente siempre al margen de las lonas rojas de los toldos, siempre en la tercera fila de la degradación. No olvides tu chambrita y acuérdate que de cada diez pesos, tres son para mí. Carajo! O te subes la falda o te la subo a putazos… Ándale, ándale! Ya vas entendiendo enseñando más carnita y téjale mujer que quiero mi bufanda, ya empieza a hacer frío.

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Pedestre y precario cazador de atisbos imaginarios

Sales a la calle helada
con lo pómulos patinados en desdén

Cómo es que te consuelas,
alivias,
calientas?

Será la grasa verde en tu estación del Burger King?

Cómo es que sonríes, aún
diario con esa pinche gorra de poliéster azul?

Pedestre y precario cazador de atisbos imaginarios

Porqué es que aún así ansías
detenerte a morir

cada vez que cruzas una esquina?


Una lástima que aquí no tengan cajita feliz.

Monday, November 20, 2006

Polipofonía No. 45


Una vez más los estados afilaldos de desolación nórdica, que no sólo por el frío, sino también por la persistencia de melodías noruegas, hacen de los días un desfiladero con remolinos de viento ante uno mismo, un vértigo casi alegre de tan nocivo y punzante. Una vez más me oigo resonar en un lugar muy lejano del espejo, en enero 20 del año 47. Un ya viejo Pavese de 39 años (sólo 3 antes de su muerte) se decía a sí mismo: "Estoy triste, me siento inútil, como un dios"


Yo por acá, en un extremo azulado del fractal, me despierto en un inclemente invierno prematuro, adolescente de serotonina y con una fuerte pulsión hacia la autodestrucción.

Habría que agregar a la intimidad del piamontés: inútil como un dios aburrido ante la creación, exhausto antes los caprichos y absurdos de la voluntad humana.


Como no puedo pensarme en estos días sin tabaco, vulevo a fumar.

Wednesday, November 15, 2006

fredita



Arrancó de tajo la motita que llevaba cultivando durante años al lado del romero y la hortensia. La última se hallaba seca, con las hojas amarillentas, pero ella seguía creyendo en el poder de sus flores, en las noches de luna llena, a pesar de ser, claramente, una planta de mucho mucho sol. La seguía regando desnuda, incitando un poco al triste portero de enfrente, que en sus ojos de vidrio molido se ha de haber proyectado como una visión prístina extraída del calendario de sports illustrated. Ella apenas era cuarenta kilos y 1.50, cada vez más ínfima ante la realidad. Ratita, le decía su madre por cartas desde la playa; cosita de nada, los albañiles cuando salía en bata a la terraza.

Pues bien, esa mínima presencia biológica, ese saquito de desdén, pobreza y recuerdos de plazas de Lisboa, acurrucada con tibieza en las bancas del parque, casi siempre mordiéndose los pellejos de los labios, era suficiente para que el perro, por demás ciego, bruto y apestoso, se sintiera un poco menos solo, en esas tardes cortas y azules en que ambos se extraviaban de sí mismos, persiguiendo moscas, mariposas y con suerte catarinas. Uno con la lengua, la otra con los ojos.
Con el tiempo desapareció. Nada de bulimia ni anorexia (odiaba cuialquier cosa que oliera a estética.) Sólo se desprendió, como la motita, o como los pelos que se pierden en el remolino de la tina.