Vuelve a la vulva malva

vertedero digital, ensayos de vértigo o cárcamo de aguas residuales

Tuesday, August 29, 2006

Polipofonía No. 43.



El peso de lo salubre siempre soportado entre las entrañas más débiles y las imágenes de pólipos ramificándose debajo del abdomen. Siempre con hipersensibilidad de corales, con anémonas y ganglios que se mueven por atrás de la piel. Habría que dejar el cuerpo empeñado, (Monte Pío para achacosos) a cambio de opio o chicalote. Arrojarnos sólo con el cuerpo al Cañón del Sumidero, dejar la memoria y un atadito de pelos, sobre la mesa de noche, junto al cortaúñas y las dos mil píldoras que tendrías que tolerar hasta los cuarenta años, si es que decides seguir rengueando con tu paupérrima salud. Sí, ¡salud por la salud! Brindemos por el día a día de los enfermos, que nunca olvidan el cuerpo: un ligero escozor en la nuca, la inquietud arbitraria de los párpados, el desasosiego de las piernas. En fin, por todos los que no pueden dejar su cuerpo a capricho y lo siguen y revisan (a diario, en la regadera), un minucioso saberse ser a través de la disfunción, la pérdida, la patología o simplemente la hipocondría tan sobrevaluada en nuestros días. ¡En hora buena! Serás siempre que el cuerpo quiera.

Monday, August 21, 2006

filthy paradise


En sueños me desdigo, borro como huellas todas las palabras que he dicho. La espalda me sangra, sostenida en jardines de píldoras y cápsulas. Me tiro al suelo y lloro con sabor a pasto hasta que Barbarita me azota el rostro con romero("tienes el cuello rojo"), se disculpa y come caldo de pollo. La calle es una marmita de serotonina que entra y sube a bocanadas hasta la coronilla. (No sé porque me compré una gabardina gringa). Atrás de la memoria estará siempre tu cara japónica y aniñada, no sé que tanto sepas del crujido que desasosiega mi encéfalo izquierdo, pero al menos deberías de intuir que se lo debo a las puntuales y recurrentes imágenes donde riegas las plantas (millonarias, conchas, azaleas) de tu nueva casa.

Saturday, August 19, 2006

estalactita tísica


Una pesadez demasaido antigua sobre los hombros, fardos milenarios, impostados. La luz es sólo una rendija en la persiana, que nada más ofrece la posibildad del autoexilio en ruinas propias. ¿Qué se han hecho las jardíneras y las tardes de pasto? ¿ Por qué cargar con toda la humandiad en tardes húmedas de verano? ¿Cuánto más de ser la conciencia mineral, atávica estalactita en parálisis involuntaria?

Wednesday, August 16, 2006

rooty kirk

covacha babisuri

He olvidado todos mis utensilios en la covacha babisuri de la isla Espíritu Santo: Se ha quedado mi garganta con tres plumas del quetzal que soñamos la primera noche del rayo (la misma del sémen y el cuarzo); mi pedernal filoso y su reflejo negro con sangre de venado; mis dioses, piedritas, hojas y una enorme resina calcinada. Sigo esperando en el muelle de La Paz, el ferry tarda. 40 mil años, no sé como me sigue creciendo la barba.

Tuesday, August 15, 2006

refractal

fúmalo todo

Profusión de fugas a Oslo, Cadiz con las patas bien ajustadas, sin ankle sprain a desdecir a todos los que giran, derviches drogados de inmediatez y éxtasis digital. Sé, desde hace mucho tiempo, que lo mío es la intemperie, el hacerme enano ante la naturaleza, lejos de la gigantez agobiante de lo humano en la ciudad. Lo que siento es casi como un romanticismo atávico, formado con literatura y drogas, que se me figura cerca de los jardines justo después del amanecer (el alba: ¡qué manoseada, grasosa, grosera!). Sólo la poesía, el único reducto al tiempo original de lo humano, lo demás cae como marionetas y fachas, sobre miles y miles de años. Tal vez habrá que laborar, tener un oficio, jardinero, algo que deje pensar en aire abierto. Caminar, ver , crecer, cortar, tierra , humedad.

Algo totalmente inmaduro, pueril, que sepa a lluvia con tabaco, o que pase tan lento como las nubes. Casi cursi. Princess Sputnik.

eo

Tendrás que saber, de antemano, me pesa la lengua y los zapatos. Y desde antes soy viejo en las tardes traídas con el chillido del camotero. Sabrás también que no lloro, que el grito lo perdí en el desierto, cuando cazaba, ciego, las plumas rotas de un cuervo. No olvides saber que se me quiebran las marañas de la garganta con las niñas gordas fuera de misa, perfumadas y morenas. Mucho menos, que he besado los labios más negros y a veces, en la noche, conmigo baila la locura. SALSA.